domingo, 5 de febrero de 2012

Entre el aburrimiento y la locura

Me giré, y vi que ya se había hecho de noche. La pared seguía tan blanca como horas atrás. Sentía que tenía los ojos rojos, y cuando los cerré, brotaron infinidad de lágrimas. La angustia me ahogaba. Ahora se le sumaba el aburrimiento total. No sabía que había hecho con mi vida en estos últimos meses. Quizás había perdido todo... Quizás había ganado algo. Mi cabeza estaba llena de preguntas sin respuesta y necesitaba algo para distraer la atención. Música. Me acerqué al armario y cogí la guitarra. Dulce mezcla de negro y una gota de naranja. Y empezó a sonar aquella canción que siempre me hacía olvidar. Aquella canción que hablaba sobre dejar marchar. La púa rasgueaba aquel sonido tan metálico y seco. El amplificador no estaba conectado, pero sin embargo, se podía escuchar en toda la casa. Me dejé llevar, guiada por la música. Y de repente la púa desaparece. Me da igual, yo sigo tocando. Parecía como si la guitarra estuviese echando humo. Siento que los dedos no dan más de sí, pero empleo mi fuerza de voluntad. La canción se repite una y otra vez. Abajo, abajo, arriba, arriba, abajo, arriba. Y así todo el rato. Primero lento y luego rápido. Y paré. Dedos ligeramente despellejados y muñecas doloridas. Me tumbé en la cama otra vez, me quedé dormida y nada más.

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